Levantarse duele más que estar dormida. Incluso cuando la mente no deja de agitarse con cada pesadilla. Abrir los ojos y sentir el dolor de otro día más en el que tendré que fingir que las cosas marchan bien, aunque todo me sepa mal. 

La rabia, la angustia, la desesperación y la frustración son los ingredientes de este caldo que se exacerba en el transitar de las horas, esperando la soledad del mediodía en el calor de la cocina entre olores y vapores. 

Con ese cuchillo con que pico las verduras, con ese cuchillo con que relajo y preparo las carnes… 

Mi carne, mi cuerpo, ¡pobre cuerpito mío! 

A ti maltrato dormida y tanto más despierta. Cuna de mi alma y casa de mi consciencia. Me dueles mucho menos que mi corazón, pero pausas por segundos mi sufrimiento. 

Quiero descansar. 

Descansar sin culpas de este tormento sin fin. 

Se acerca la tarde. Ya regresan, 

No tengo ánimos de sonreír, pero ellos son tan buenos… Culpa. 

Vida de reina. Culpa. 

Mi cetro es una carga pesada que dicen llevar por amor: “Vendrán tiempos mejores”, “sólo son momentos”, “todo pasa”… Pero nada cambia. Cada vez la vida sabe más amarga. Mis pies pesan al punto de no poder moverme. 

¿Podré terminar con este sufrimiento?Culpa. 

¿Cómo puedo pagar con ese mal a quienes se desviven por mi bien? Culpa. 

Debo ser fuerte, pero ya exploté otra vez. Culpa. 

Que no me vean llorar, que no me vean llorar. 

Me duelen los ojos de tanto aguantar. 

Tengo sueño, pero aunque duerma ya no puedo soñar ni descansar. 

¡Mamá, mamá, no puedo más! Pero me dueles en mi ausencia. Tu futura culpa multiplica la presente mía. 

Mamá, resisto por ti. Mamá, resisto para ti. 

Miro al cielo en búsqueda de consuelo. Quiero paz. 

Papá, ¿dónde estás? ¿Dónde estás, papá? 

Me aterra cerrar los ojos en un para siempre y encontrar más dolor y sufrimiento. 

La misma culpa y el mismo que me desgarran son quienes me mantienen de pie.